martes, 16 de agosto de 2011

¿Y quién me dice que yo no pueda ser una princesa?

Quizás no sea una princesa de esas de los cuentos, rebeldes y en busca de su príncipe azul. O simplemente quizás no sea una princesa hija de un rey de algún país. Para mí, soy una princesa mucho más especial e importante, soy la princesa de mi padre. Me llamaba princesa desde que tengo memoria, y poco a poco fue cambiando a “Reina”. Pero siempre creí que esa palabra se me quedaba grande, al fin y al cabo, él siempre ha sido el rey.

Fue mi padre quien me puso mi nombre, Sara. ¿Sabéis lo que significa Sara, a que sí? Princesa. Según me ha contado, mi padre siempre quiso tener una hija, y siempre quiso llamarla Sara. Su ambición llegó a cumplirse cuando, a sus veinti pocos años, y al estar a punto de morir por temas de salud, quiso tener hijos. Y así nací yo, la primera de ellos, con el nombre que él siempre quiso que tuviera.

Quizás por eso mi nombre es especial. Nunca me gustó, nimiedades, supongo. Me molestaba su diminutivo, por llamarlo de alguna forma, “Sarita”. Me molestaba su simplicidad, sin la “H” entre medio de la “S” y la “A” o simplemente al final. Quizás me molestaba porque yo quería un nombre largo, de esos que pueden abreviarse y darles un mote cariñoso, con Sara no se puede hacer este tipo de cosas.

Pero con el paso del tiempo me he dado cuenta de que quizás ese nombre realmente me identifica. Es corto, simple, fácil de llevar y de recordar, y al fin y al cabo eso es lo que hace importante a los nombres, que la gente te recuerde por ellos. Sara es un nombre precioso, si lo piensas, al igual que su significado. No sé si mi padre me lo ha puesto por algún motivo, o el por qué de su obsesión con este nombre…pero el simple hecho de ser la princesa de sus ojos ya deja claro que ese nombre es especial, al menos para mí. Y puede que no me guste, que con el paso del tiempo me haya ganado otro mote con el que mis amigos me reconocen antes que Sara… Pero si soy sincera, mentiría si quisiese otro nombre ahora. Soy Sara, la Sara de la que mi padre ha dicho varias veces que está orgulloso, llena de principios y valores que tanto él como mi madre me han ido enseñando a lo largo de los años.

Y sé que posiblemente mi padre no lea esto jamás. Y casi que agradecería que lo hiciera, soy muy parecida a él, y al menos mi concepto de dar cariño o decir este tipo de cosas se nos presenta bastante complicado. Pero eso no quita el hecho de que sintamos como el que más, por el contrario, mi padre siempre ha demostrado tener un corazón que no le cabe en el pecho.

Y quizás por eso escribo todo esto, que no leerán más que los cuatro o cinco curiosos. Agradezco haber sido la Sara que siempre quisiste, más o menos desastrosa o desordenada, claro que son defectos que pueden cambiarse. Pero lo importante de todo esto es decirte que lo has hecho bien, y que a pesar de que puedas haber pasado tus más y tus menos, que a pesar de que a veces el mundo se te viene encima y no tienes fuerza para empujarlo, aunque no lo veas, quizás la princesa que quisiste puede ayudarte a sostenerlo. Porque en parte gracias a ti aprendí que no puedo cambiar el mundo, pero que soy lo suficientemente fuerte como para mantener muchos pequeños mundos en alto.

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